La dinámica relacional en las organizaciones







Comencemos por admitir que todo grupo, institución, organización o movimiento que se establece, parte de -y requiere- la existencia de niveles jerárquicos para regular tanto las funciones que se deben desempeñar, como los comportamientos y/o conductas de los miembros, que puedan generar alteraciones en las tareas orientadas al logro de objetivos en particular, así como al alcance de la meta en general. De este modo, es claro que aquellos individuos que mayores rangos jerárquicos ocupan tendrán, proporcional a ellos, responsabilidades no sólo dirigidas a lo normativo (determinar, cumplir y hacer cumplir las normas), sino también a lo social: orientar las labores de sus subalternos y motivarlos para que su desempeño sea el mejor. Al respecto, M. Shaw en su libro, hace mención, al exponer los factores que entran en juego al momento de definir un grupo como tal,  a:

1. La percepción de los miembros (como pertenecientes al grupo),

2. La motivación o satisfacción de necesidades (motivadores en común que los convocan),

3. Los objetivos (que deben estar planteados ya sea a priori o bajo consenso),

4. La organización (que alude a las jerarquías),

5. La interdependencia (que se origina gracias a las diferentes funciones que cada miembro debe llevar a cabo y que en última instancia los benefician a todos) y,

 6. La interacción (puesto que el ser humano es, por definición –no sólo desde la sociología sino incluso desde el psicoanálisis- un ser gregario). [1]

Tenemos con esto que el 50% de los factores que determinan la existencia de un grupo tienen que ver con la vinculación entre sus miembros, lo que hace que adquiera más importancia la afiliación, en tanto naturaleza y determinante de las acciones del ser humano.

Con lo anterior, es posible inferir que las relaciones sociales, mediadas por las motivaciones internas, son elementos imprescindibles para que los individuos puedan llevar a cabo un trabajo en grupo que de resultados favorables para el mismo.  


Sin embargo, es fácil que ocurra en las organizaciones que los directivos y administrativos muchas veces posterguen el cumplimiento de las responsabilidades referidas al diseño y ejecución de actividades que deben propender por el continuo mejoramiento del clima organizacional, por elaborar programas y propuestas con miras al incremento de la productividad, lo cual, en realidad, se encuentra en directa relación con el ambiente de trabajo, pues la productividad del empleado aumenta cuando las relaciones interpersonales y demás condiciones del puesto de trabajo son las adecuadas; por lo tanto,  invertir en programas que incentiven el desarrollo de un clima organizacional agradable, más que adecuado, da como resultado una mejor calidad del producto o servicio que la organización ofrece, redundando en el desarrollo considerable de la misma en términos económicos, así como su posicionamiento en el mercado. Es por esto que parte fundamental de un proyecto organizacional es fomentar el aprovechamiento de todos los recursos disponibles, incluyendo dentro de ellos –y dándole prioridad- el recurso humano, indispensable para la obtención de logros a favor de las estrategias comerciales.

En este orden de ideas, es preciso plantear como pieza clave del éxito de las organizaciones, los departamentos de selección de personal, puesto que de su labor depende el funcionamiento óptimo de los demás departamentos, en tanto el recurso humano seleccionado debe ser el idóneo, no sólo en términos de capacitación y competencias técnicas específicas, sino también en cuanto a la capacidad de establecer relaciones interpersonales armónicas, en las que los empleados se estimulen unos a otros en el cumplimiento de sus objetivos. Es así como se hace preciso formar integralmente a los gerentes y administradores de Recursos Humanos y de Gestión del Talento Humano, para que, sensibilizados frente a la importancia de elaborar propuestas para  contribuir a las condiciones óptimas de los puestos de trabajo e instaurar políticas que permitan la identificación clara de los requerimientos para los diferentes perfiles laborales, desarrollen el pleno potencial de los empleados y hagan del equipo humano la mejor herramienta con la que la organización cuente para sus propósitos sociales y financieros.

De esto se deriva que la Administración de Recursos Humanos sea el motor del engranaje de toda organización, en cuyas manos recae la responsabilidad del funcionamiento esperado de cada departamento, así como el cumplimiento de los planes estratégicos y el desarrollo evolutivo de todo el sistema corporativo. Ahora más que nunca, debemos sentar las bases del establecimiento de compañías y grupos, en la adecuada selección de los empleados y miembros, con miras a la trasformación no sólo de la dinámica industrial, sino también de los parámetros que la sociedad se ha planteado como punto de partida para la constitución de alianzas: lo primordial debe ser siempre la calidad de los vínculos entre altos mandos y subalternos, además de las relaciones interpersonales entre toda la comunidad organizacional en general.

En suma, la dinámica relacional al interior de las organizaciones debe ser concebida como la posibilidad de una puesta en escena de la capacidad de relacionarse que surge en el entorno familiar, es decir, ser el reflejo de la misma, y por ello, en todas las demás instituciones que se erigen como derivaciones de esta primera institución (la familia) que es el pilar de la sociedad, se debe sustentar el sentido de la existencia del hombre como ser sociable, con necesidades afectivas y de vinculación que le permitan crecer y desarrollarse en todos los demás ámbitos relativos a su funcionalidad.  Es en aras de tal desarrollo del individuo que las organizaciones, desde sus departamentos de Recursos Humanos, deben idear y aplicar estrategias que potencien las capacidades y habilidades de sus empleados, sirviéndose de programas que fomenten la proliferación e intensificación de vínculos estrechos, mediados por la confianza y la crítica constructiva, entre los diferentes estamentos o miembros, creando una atmósfera que propicie el incremento de los niveles de producción a partir de la satisfacción del personal.
Para llevar a cabo esta estrategia, una de las propuestas que se elaboran actualmente es aquella que busca aportar al contexto de las organizaciones partiendo de la aplicación del método analítico*, básicamente desde la implementación de espacios y momentos de diálogo entre las diferentes instancias en una organización, en los cuales se posibilite el intercambio entre los individuos, dando la palabra tanto a directivos y jefes de departamentos como a los empleados que ejecutan las labores más básicas. En tanto todos puedan poner sobre la mesa asuntos que de diversas maneras impliquen dificultades y pongan de relieve, ante todo, lo relacional, y mientras primen la tolerancia y el respeto a la diferencia, siempre habrá maneras de resolver cualquier conflicto que interfiera en la imagen o el nivel de productividad de la organización. Abogamos por propuestas como ésta, bajo cuya perspectiva se persiguen el análisis y la integración de múltiples aspectos, planteando incluso una postura transtópica, desde la cual los individuos se permitan situarse en diferentes puntos de vista, que los trasforme y los lleve a comprender la realidad tal cómo es: no solo global sino además plural.



*Propuesta desarrollada por el Grupo de investigación “El método analítico y sus aplicaciones en las ciencias sociales y humanas”, adscrito a las universidades Eafit y Universidad de Antioquia.






[1] Marvin E. Shaw. Dinámica de grupo. Psicología de la conducta de los pequeños grupos. Editorial Herder. Biblioteca de psicosociología 7. 1983.
 

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