La salud mental: ¿un proyecto en mente?







El auge que en los últimos años ha adquirido el tema de la salud mental se presenta ahora con mucha más fuerza, quizás como una respuesta a la necesidad de una constante actualización frente a la prevención de las problemáticas cuya ausencia o deficiencia implican.

Más allá de ser un asunto típicamente médico (psicológico, psiquiátrico), su relevancia es mayor por cuanto se inserta en otros terrenos en los que su desvanecimiento representa pérdidas significativas para la sociedad, convirtiéndose así en un asunto que atañe en esencia a lo político, tanto en términos de lo económico como de lo cultural y lo educativo. Porque un verdadero bien-estar para el ciudadano no se circunscribe únicamente al campo de las necesidades básicas satisfechas, denota también la posibilidad de espacios dispuestos para la distención, que le permitan emanciparse de los regímenes adscritos a su función de sujeto productivo, así como servirse de los recursos necesarios para ello.  Y es en este sentido que se hace primordial la reivindicación de un sistema que acoja y legitime tales derechos, pues la vulneración a los mismos conduce al incremento de enfermedades mentales con el consecuente decremento en la economía; esto sin hablar del deterioro o la dificultad en el establecimiento de relaciones sociales que redunden en el bienestar colectivo debido a una pésima calidad de vida, pues no es preciso recurrir a una amplia bibliografía (basta con remitir al lector a la teoría de Abraham Maslow sobre La pirámide de las necesidades)
para sustentar la idea de que un individuo 
que no encuentre plenamente satisfechas 
sus necesidades más primarias como la 
alimentación, la vivienda y, tras de ellas, la tranquilidad respecto a su subsistencia, poco tendrá para aportar significativamente en términos de lo 
afectivo o anímico a quienes le rodean.




 En relación con la primacía que ocupa ahora el tema de la salud mental, son de destacar los estudios que adelantan dos docentes e investigadores de la Universidad de Antioquia, quienes, cada uno desde una perspectiva diferente, conciben en paralelo que para mejorar la calidad de vida de las personas es fundamental profundizar, desde las políticas públicas y los estatutos privados, en el concepto, los modos de abordarlo y el tratamiento especial que requiere la salud mental tanto en nuestro país como a nivel global. 

Se trata entonces, en primer lugar, de la tesis de Doctorado "Sabiduría práctica y salud psíquica" del Profesor Juan Diego Lopera Echavarría[1], una investigación que persigue, más que simplemente remitirse a la historia del concepto de Salud Mental y cómo éste se ha desarrollado o incluido en la declaración de las políticas públicas, proponer con base en planteamientos de la filosofía contemporánea y la psicología, un acercamiento a la salud mental desde un punto de vista práctico. Pero esto no se enuncia en él a modo de un manual de felicidad, sino formulando, mediante un discurso positivo, que la salud mental hace parte y al mismo tiempo es consecuencia de una sabiduría práctica, es decir que, partiendo como referente -y requerimiento- de cierta disposición o actitud de los seres humanos, es posible hablar de un devenir, de un trascender permanente que permite asumir cada vivencia como una oportunidad para experimentar el bien-estar ―sin por ello negar el dolor o el sufrimiento― y junto a este, de manera más continua, la felicidad (pues para muchos es ya consabido que ella no corresponde a una experiencia fija o estable en el tiempo, sino más bien a instantes que pueden o no sucederse inminentemente). Lo que deja en evidencia este planteamiento, es que tenemos a nuestro alcance la posibilidad de tener una salud mental -una salud psíquica- a pesar de las adversidades que puedan emerger en el medio en que se vive.


Se trata de procurar establecer una relación armónica con las condiciones del medio (cualesquiera que ellas sean), las de la propia naturaleza (que incluyen los estados de enfermedad física), así como las originadas por la calidad de las relaciones con otras personas. Quiere decir que, una actitud de apertura –no de conformidad- tendiente a sacar el mayor provecho que cada situación pueda procurar, dará como resultado la permanencia o el restablecimiento de la salud mental. En última instancia, las circunstancias externas, aquellas que no pueden ser modificadas intencional y artificialmente, no deberán significar un impedimento o disturbio para la armonía de una persona si ésta percibe una posibilidad para trascenderlas como meros obstáculos.  
  

Como contestación a ésta última afirmación, se encuentra la postura de Sergio Andrés Giraldo Galeano[2], quien elabora su tesis de Maestría sobre los determinantes sociales que inciden en la alteración o perturbación de la salud mental de la población, abordando enfáticamente los provenientes del campo laboral. Para él, dadas las condiciones bajo las que actualmente se producen los contratos laborales y los términos en que se efectúan, es posible hablar de un fenómeno de insalubridad mental colectivo, en tanto las personas no pueden responder satisfactoriamente a las demandas sociales, pues cada vez más se incrementan los niveles de competitividad, los cuales, en lugar de propiciar el continuo mejoramiento
en la calidad de la educación y la oferta de servicios profesionales, están convirtiéndose en un detonante de enfermedades mentales o trastornos psicológicos como el estrés y la depresión. 


Y es que los requisitos y exigencias de las organizaciones, a menudo tan incongruentes que rayan con lo absurdo, (pues solicitan personal altamente calificado con un rango etáreo entre 20 y 30 años, sin mencionar otros factores) generan incertidumbre frente a la estabilidad económica, que obviamente repercute en el equilibrio emocional. 


 Como si fuera poco, la sociedad de consumo aumenta sus exigencias conforme ascienden las expectativas económicas, por lo que una persona que no logre cubrir sus necesidades básicas, no tendrá más remedio que conformarse con propuestas laborales cuya oferta incluye un salario y un puesto de trabajo en los que no se reconocen las prestaciones estipuladas por la ley y, por el contrario, se adjudican, muchas veces más funciones de las correspondientes al cargo, pero menos garantías de crecimiento o estabilidad.



En suma, más que una invitación, es un imperativo el que pensemos, por un lado, en los recursos que hemos desarrollado o requerimos para afrontar las dificultades que la época actual presupone, pues es posible experimentar la armonía al margen de las eventualidades o infortunios, mientras nos dispongamos internamente a comprender la vida como una permanente oportunidad de evolucionar en todos los planos. Pero por otro lado, se hace preciso destacar que, para que podamos alcanzar dicho estado de armonía y equilibrio en el campo de la salud mental, nuestra sociedad necesita con urgencia una sensibilización humanista, en principio, al interior de las organizaciones, porque si bien el trabajo dignifica al hombre, dicho trabajo ha de considerar al hombre digno, acreedor de una remuneración y un reconocimiento acordes a su naturaleza, en lugar de convertirlo en un ser repleto de carencias que termine sucumbiendo ante la fuerza desgarradora de esta sociedad que consume su posibilidad de estar saludable-mente.   





[1] Psicólogo y Magister en Filosofía de la Universidad de Antioquia. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. Profesor tiempo completo del Departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia.


[2] Abogado. Aspirante al título de Magister en Derecho. Profesor de cátedra de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

1 comentario:

  1. Buenos días Sara. Necesito urgentemente un psicólogo. Me podrías dejar tu correo electrónico?

    Un abrazo,

    S

    ResponderEliminar

Tus comentarios pueden aportar al mejoramiento de los artículos, a la claridad y la redacción, pero sobre todo, a generar discusiones en torno a los temas.